A finales del siglo pasado, durante el primer gran boom del internet, se empezaron a mencionar varias ideas acerca de los cambios de hábitos que esto nos traería. Una de estas ideas fueron los libros electrónicos, que en muchas personas generaron sentimientos encontrados. Se pensaba que sería una más de esas cosas que terminarían por deshumanizarnos. En aquellos años intenté empezar a utilizarlos, me conseguí algunos libros de propiedad pública (clásicos de literatura) y me dispuse a leerlos. A los 14 minutos con 23 segundos me cansé, de estar frente al monitor, de estar arrastrando y dando clics con el ratón, de estar en una silla sin moverme. Fue incómodo, la verdad y me decepcioné un poco. Me pareció que el futuro de los libros no se encontraba en las PC’s y regresé a los libros impresos, esos que podía llevar a la escuela, en el transporte público, al café, a la cama, caminando por la ciudad, etc.
Así pasé casi una década más.
En 2007, salió al mercado el primer kindle de Amazon, y parecía que aquellos viejos libros electrónicos volverían a tener una oportunidad. Sin duda, me vi escéptico ante esta nueva novedad.