martes, 18 de octubre de 2011

Cuestión de indignación.

¿Cuántos son los criminales reconocidos en esta ciudad? ¿Cuántos de ellos son “de cuello blanco”?
¿Cuántos robos o extorsiones se hacen a base de tinta y papel cada día? ¿A cuánto haciende el botín que se sustrae en base al retorcimiento de la ley y de la retórica?
¿Cuántos indignados se requieren para detener el tráfico de influencias y el nepotismo?
¿Cuántos “federales” han salido de esta ciudad con un pedazo de esperanza que arrancaron a los ciudadanos en su estadía? ¿A cuánto haciende “la polla” que con trabajos recolectan los servidores públicos a expensas de todos y que grácilmente se queda en manos de unos cuantos? ¿Hoy Tetoca aportar, o me toca a mí?
¿Cuántos poetas encabronados se requieren para avergonzar a las autoridades? ¿Cuántas lágrimas marcharán por las calles antes de acabar con esta ignominia?
¿Cuántos terratenientes se requieren para hacer pedazos
a la ciudad en busca de derechohabientes confundidos? ¿Cuántos baches, cuántas alcantarillas robadas, cuantos accesos controlados, cuántos chuecos, cuantas quejas serán suficientes para que el honorable municipio haga algo por nuestra urbe?
¿Cuánta libertad hemos perdido en nombre de la seguridad? ¿Cuánto dinero hace falta para ser libre cuando la culpa es adoptar una tortuga? Y ¿Cuánto cuando la culpa es secuestrar nuestra tranquilidad?
Las marchas de los indignados que ocurren en todo el mundo, la primavera árabe, los gritos de libertad, no nos deben ser ajenos. Al contrario, compartimos un sentimiento, compartimos una indignación, compartimos miedos y esperanzas, voluntades y hartazgo. Este mercado que nos consume al consumirlo, parece ser insostenible.
Quizá no todos podamos salir a marchar indignadamente, no porque no queramos, sino porque desde nuestras trincheras luchamos en otros frentes por hacer de esta una mejor ciudad.
“El hombre nace libre, responsable y sin excusas.”
Jean Paul Sartre (1905-1980) Filósofo y escritor francés.




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